La verdad es que aún en Latinoamérica gozamos de libertad religiosa, al menos si lo comparamos con lo que ocurre en muchos otros países como los de como África y Asia. Sobre este tema la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que sufre realizó un informe sobre libertad religiosa publicado el 2014.
Sus conclusiones son durísimas respecto a muchos de los países de los continentes antes mencionados, pues lo que ahí ocurre no es simplemente que se burlen de tu fe cuando haces una publicación en redes sociales, sino que las personas son violentadas, torturadas, obligadas a realizar acciones crueles que atentan contra sus creencias y lamentablemente en no pocos casos, son asesinados a causa de su fe y no hablamos solo de cristianos, sino de que cualquier tipo de expresión religiosa.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, un documento validado, defendido y que busca ser cumplido en todos los países del mundo, indica que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (Artículo nº18)

El carácter universal de esta declaración habla no solo de la persecución a los cristianos, sino a todo tipo de creencias. Tan importante es que se considera como un derecho universal a ser respetado.

Pero nosotros, que no estamos expuestos a tal nivel de represión religiosa, también damos nuestra propia pelea; mucho menos violenta y cruel, pero no por ello menos importante.

Y aunque aún existan feriados religiosos en el calendario civil y otras expresiones civiles de fe, a diario nos vemos acorralados por corrientes de pensamiento social, moral y político que pretenden hacer que nuestra fe sea un acto privado, oculto y que no afecte otros aspectos de la vida más que el rezar. 

Lo que en realidad buscan es que nuestra fe sea una “actividad” de la uno puede participar, pero que no intervenga en asuntos políticos, legislativos, educativos o sociales en general. Por Sebastián Campos
Artículo publicado originalmente por Catholic-Link
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