Emergencias modernas que se hacen pasar por libertad. En Italia, el 20% de los niños sufre de trastornos de la personalidad. Lo sostenía hace unos años el psiquiatra infantil Giovanni Bollea, que atribuía este dato al impresionante aumento de los divorcios. A este dato se añade otro no numérico, sino de la experiencia: en los últimos años han aumentado vertiginosamente las traiciones, sobre todo de mujeres, pero también de los maridos, que abandonan a su cónyuge por una persona del mismo sexo. Quien relaciona estos dos datos es don Carlo Rocchetta, fundador de la casa de acogida Casa de la Ternura, en Perugia, que se ocupa, desde hace años, de recuperar las relaciones familiares rotas por el divorcio, que allí es tratado como una plaga social y no como un acto de libertad sin consecuencia alguna para las víctimas, que son los hijos, verdadero anillo débil de una industria que no tiene en cuenta las "investigaciones de mercado" sobre su sufrimiento.
 
El divorcio es un problema sanitario principalmente para ellos, y cuando hace unos días una comisión del Ministerio de Sanidad escuchó a don Carlo para conocer la experiencia de la Casa de la Ternura, pudo tocar de cerca qué significa la plaga del divorcio, de la que los periódicos de la corriente dominante no hablan: un progresiva fragmentación de todas las relaciones humanas y sociales, y un daño psicológico enorme para las verdaderas víctimas, de las que nadie se ocupa.

Las palabras de don Carlo son palabras de verdad, pronunciadas en un lugar, el político, donde la verdad debería ser la estrella polar; en cambio, se mercadea con ella por intereses superiores. En esta entrevista concedida a Andrea Zambrano para La Nuova Bussola Quotidiana, don Rocchetta explica por qué con el divorcio, aprobado legal y triunfalmente hace 41 años, hemos llegado a un punto de no retorno: se sufre tremendamente, ha llegado la hora de detenernos.

-Don Carlo, su mirada está dirigida a las verdaderas víctimas: los niños.
-No se les presta atención porque se da por descontado que los niños pueden crecer sin tener la presencia de las dos figuras, y ésta es una ausencia grave: los niños necesitan ambas figuras. Cuando dos personas se separan y entramos en contacto con ellas, lo primero que les decimos es que no hagan sufrir a sus hijos, que no se odien, porque al odiarse trasladan sobre ellos el sentimiento de odio. Estos niños se sienten distintos a los otros niños.

-Ésta es  una discriminación de la que no se habla, pero ¿es percibida o es real?
-Ellos la perciben como tal y esto ya es un daño para su crecimiento y maduración. El niño siente que algo le falta y esto es lo que crea los trastornos de la personalidad, en aumento hoy en día.

-Bastaría con incluir en los colegios equipos de psicólogos...
-Sí, pero no resolvería el problema que está en la base, a saber: la familia destruida.

-¿Cuál es la tarea de ustedes?
-Se estructura en dos ámbitos: hacer que la pareja se junte de nuevo y ayudar al niño a elaborar el dolor de la separación. Son dos caminos paralelos, pero que se entrecruzan necesariamente entre sí. Tenemos más de cien coloquios al mes.

-¿Cuál es el primer escollo?
-La falta de ternura. Perder la ternura nos lleva a alejarnos y a sacar la peor parte de nosotros mismos. El 60% de las parejas que hemos visto en estos quince años se han vuelto a juntar precisamente cuando han empezado a descubrir de nuevo la dinámica de la ternura. Entonces sí que la crisis se convierte en una oportunidad de renacimiento.

-¿Cómo llegan a vosotros?
-De distintas maneras, sobre todo por el boca a boca e internet. Muchos sacerdotes y religiosas nos envían casos que les son señalados. Y llegan desde toda Italia, tenemos matrimonios que vienen también de Agrigento y Palermo, en Sicilia. Con quien llega de lejos hacemos sesiones full immersion de algunos días; con los otros, es un recorrido semanal.

-Es una terapia de pareja...
-Una terapia de pareja integrada con valores cristianos. Nuestra tarea es hacer redescubrir, si no descubrir, la raíz de la gracia del sacramento recibido y, lentamente, esto surge partiendo de los aspectos de la relación. Con las parejas no creyentes tenemos que trabajar sólo sobre este primer aspecto; pero también en este caso no faltan las sorpresas, porque se inicia un proceso que puede llevarles a la conversión y a hacer las paces.

-¿Qué incidencia tiene la traición?
-Muchísima. He observado un aumento de la traición en los últimos años, sobre todo de mujeres entre los 40 y los 50 años. A menudo ambos cónyuges desean volver a la adolescencia; en el caso de la mujer, necesitada de ternura, basta que un compañero de trabajo la corteje para que vuelva a razonar como una adolescente. Hay una traición que no nace del deseo de exceso o de transgresión, sino de una regresión al estado de la adolescencia. Esta inmadurez psicológica y afectiva es una de las causas principales de las separaciones; también el Papa habla de ella en Amoris Laetitia, denunciando cómo dicha inmadurez es incapaz de crear vínculos estables.

-¿Qué influencia tienen las nuevas ideologías relacionada con el género y el homosexualismo?
-Muchísima; la posibilidad de poder hacer distintas elecciones se ha convertido en algo obvio. Confundiendo la masculinidad con la feminidad se llega a pensar que todo está permitido. Hemos tenido casos de mujeres que han dejado a su marido por otra mujer y, viceversa, de hombres que se han ido con otros hombres.

-¿Cuánto hay en ello de verdadera tendencia homosexual y cuánto de moda?
-Sin duda alguna, es mucho más que una moda. El obsesivo martilleo de los modelos del orgullo gay contribuye a que se pierda de vista el estatuto antropológico de la pareja. Por otra parte, basta ver las películas y las series de televisión para adolescentes para darse cuenta de los modelos que se proponen. En este sentido, el homosexualismo contamina a la familia que, de por sí, ya tiene sus puntos débiles.

-Sin embargo, es un proceso que se inicia en la adolescencia.

-Y que se arrastra cuando el adolescente crece, pero quiere seguir siendo tal. En la pre-adolescencia, la homofilia es normal: existe el "mejor amigo" o la "mejor amiga", pero no significa que estén viviendo una experiencia homosexual. Favorecerla y definirla como una experiencia homoerótica, tal como hacen las campañas ideológicas hodiernas, hace que este sentimiento permanezca latente para, después, surgir durante la fase adulta. El resultado pueden ser también casos como los que hemos tratado.

-¿Cómo los afrontan? 
-Es necesario hacer un recorrido específico. Una vez, una de estas personas me imploró que no se lo dijera a su esposa, sentía vergüenza. Ella, pobre, sospechaba: "Padre, temo que se ha enamorado de otra mujer". En cambio... Pero con estas premisas es imposible hacer un buen seguimiento, porque falta el requisito de la necesidad de la verdad sobre sí mismos y la pareja. De hecho, se fue y no supe nada más.

-Pasemos al segundo aspecto: los niños.
-Tenemos un grupo de dos especialistas formadas en la Universidad Católica de Milán. Se llaman grupos de palabras porque lo primero que se hace es elaborar el dolor. La experiencia se debe hacer con el consentimiento de ambos padres, porque también a ellos se les pide que se comprometan con este proyecto.

-¿Cómo se estructura?
-Los niños que tienen entre 6 y 11 años participan con nosotros en juegos o en momentos de relatos o dibujo y, lentamente, empiezan a sacar su dolor. Al expresar su sufrimiento lo elaboran y llegan a llamarlo con su nombre.

-Pero ellos, ¿saben por qué están allí?
-Sí, es la primera pregunta que les planteamos: ¿sabéis por qué estáis aquí? Preguntan: ¿por qué estoy aquí? Es una de las primeras preguntas que les planteamos y lo dicen enseguida, siempre hay uno que la plantea para todo el grupo.

-¿Qué es lo que emerge?
-La necesidad de ser escuchados. Todo concluye con el último encuentro, en el que están presentes los padres. Los niños escriben una carta en la que enumeran a sus padres todo lo que desearían para su felicidad.

-¿Piden que vuelvan juntos?
-Es una de las expectativas. Y los padres, a su vez, escriben una carta en la que se comprometen a escucharles más. Las expectativas de los niños tienen que ver con el deseo de no sentirse estigmatizados o considerados como niños de serie B, y con el deseo también de no aislarse y romper el vínculo con los padres.

-¿Hay familias que vuelven a estar juntas después de este recorrido?
-Sí. Recientemente un padre, después de haber leído la carta de su hijo, pidió hacer el recorrido: se dio cuenta de los esfuerzos y de las dinámicas que se habían roto y ahora está en camino con su esposa. Debemos rezar por ellos, pero tenemos grandes esperanzas.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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