Durante el Ángelus reflexiona sobre dos parábolas la del tesoro escondido y la de la perla preciosa
Papa
Francisco, durante su tradicional rezo del Ángelus reflexionó sobre dos
parábolas: la del tesoro escondido y la de la perla preciosa. “En el
primer caso se trata de un campesino que casualmente se tropieza con un
tesoro escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo
de su propiedad tiene que comprarlo si quiere adueñarse del tesoro. Por
tanto decide arriesgar todo lo que tiene para no perder una ocasión tan
excepcional. En el segundo caso encontramos a un comerciante de perlas
preciosas. Él, como experto conocedor, ha localizado una perla de gran
valor. También decide apostarlo todo por aquella perla hasta vender
todas las demás”.
En su intervención destacó dos
características que se refieren a poseer el Reino de Dios: “La búsqueda y
el sacrificio”. “El Reino de Dios se ha ofrecido a todos pero no se ha
puesto a disposición en bandeja de plata, requiere un dinamismo. Se
trata de buscar, de caminar, de hacer. La actitud de búsqueda es la
condición esencial para encontrar”, añadió el Papa.
No obstante para que estor se produzca
“hace falta que el corazón arda en deseo de alcanzar el bien preciado,
es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús.
Él es el tesoro escondido, él es la perla de gran valor. Él es el
descubrimiento fundamental que puede dar un cambio decisivo a nuestra
vida llenándola de significado”.
Cuando los dos protagonistas descubren lo
inesperado, “les conduce a una decisión que implica sacrificio,
separación y renuncia”, afirmó el Papa: “Cuando el tesoro y la perla son
descubiertos, es decir cuando hemos encontrado al Señor, es necesario
no dejar estéril este descubrimiento sino sacrificar por él cualquier
otra cosa. No se trata de despreciar el resto sino de subordinarlo a
Jesús poniéndolo a Él en primer lugar”.
“El discípulo de Cristo no es uno que se
priva de lo esencial. Es uno que ha encontrado mucho más”, añadió Papa
Francisco: “Ha encontrado la alegría plena que solo el Señor puede dar.
Es la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores
perdonados, del ladrón al que se le abre la puerta del paraíso”.
Finalizó su intervención mostrando que
“la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de quienes
se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son libres
del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con
Jesúcristo siempre nace y renace la alegría”.
Tras el rezo del Ángelus, Papa recordó
que hoy es la Jornada Mundial contra la trata de personas, promovida por
las Naciones Unidas. “Cada año miles de hombres, mujeres y niños son
víctimas inocentes de la explotación laboral y sexual y del tráfico de
órganos. Deseo llamar al compromiso de todos para que esta lacra
aberrante, esta esclavitud moderna, sea adecuadamente combatida. Recemos
juntos a la Virgen María para que sostenga a las víctimas de la trata y
convierta el corazón de los traficantes”.
Publicado en: Aleteia